Volando voy...

... Y volando vengo, jaja :-) Pues no, no es pequeño el misterio este de que corra tanto una persona que camina tan poco :-P Quizás sea más culpable del estropicio mi escasa habilidad para la organización, pero lo cierto es que tengo mi querido blog más abandonado de lo que me gustaría. Qué va... de nada sirve intentar zafarse, entono todos los "mea culpa" que caben en este minuto y ya así, convicta y confesa, limpita de cargas y manchurrones, os enseño un trabajito scrapbookero (¡cáspita! ¿existirá este palabro?) que hice... ¡hace semanas!

La historia completa es bella y cortita, como toda buena historia que bien se precie: Andrea, una prima de mi sobrina, celebró su primera Comunión en junio. Le hice esta tarjeta.



Con esta hadita de ojos de mantequilla que rescaté de mi colección de cromos troquelados donde no estaba haciendo nada mejor.


Y una moña "sufridita" con botón y alfileres de colores. (Ops "sufriditos" llamamos en mi pueblo a los colores de tonos calladitos y bien educados :-), todo lo contrario de la moña), estoy hoy con el humor pajarero.

Andrea, a su vez, me regaló una maceta enanita donde vive el cactus también más diminuto que he visto en mi vida. Me cabe en la mano y en mi mano caben muy pocas cosas. En esta foto de abajo os lo muestro, al lado de un vaso para los lápices que tengo junto al pc, para que comprendáis el tamaño de la plantita y veais que no exagero. Síp, síp, señor, esas "pinzas" florales del vaso son las mismas que os mostré hace unos días, y que, después de recorrer toda la casa, adornando rincones varios con mayor o menor éxito y tras haber sido mordisquedas por varias hileras de dientes infantiles, les di asilo político en ese vaso para tenerlas a la vista y que nadie volviera a hacerles mal alguno. No siempre consigo evitarlo.



Llevada por un alarde de originalidad impropio de mí, decidí llamar a mi cactus "Pinchitos", (en honor a la verdad diré que se me ocurrieron otros nombres más propios y certeros pero decidí, por una vez, ser buena ;-)). Y es que, sí, me he hecho cargo de él. Mi madre, macetera de pro, tiene un frondoso vergel derramado por casa, patio y azotea, y se ofreció amablemente a cuidármelo. Pero lo vi tan minúsculo, tan indefenso a pesar de sus inocentes púas, tan orgulloso en su pequeñez, tan pobre, tan lindo, que decidí tomarlo bajo mi atolondrada protección. Siento debilidad por las criaturas desamparadas o con aires de desamparo. No sé si yo le he caído en gracia como él a mí, no lo sé seguro, pero creo que le gusto. Quizás él ve en mí lo mismo que yo en él, un ser desubicado, desterrado de su clima, de su mundo natural y primero, con las raíces muy cortas y replegado en sí mismo, pequeño, indefenso, pelín orgulloso, pelín aterrorizado, dependiente y callado, a merced de los demás.

Eso sí, a pesar de su indefensión, no veáis cómo pincha el condenado la mano que le da de beber si alguna vez se la dejo distraídamente cerca. Hasta en eso nos parecemos :-) Gasto muy mal genio a veces con las personas que más amo.

Y bien, de otras cosas tratamos, ¿proyectos artísticos? Dos en marcha, pero no hablo de ellos no se me vayan a asustar y se gafen. Sólo diré que uno está inspirado en las obras de Lichtenstein, un lienzo de considerables dimensiones que me tiene algo mosca. Pensé no volver a publicar nada en el blog hasta que pudiera enseñároslo, pero es que la cosa va para largo.

.....

Volando voy, volando vengo. Las ideas de mi cuerpo no coinciden con las mías, él es lento y desentonado y yo nací para recorrer caminitos, de puntillas, entre Orión y Antares. Por eso ando siempre buscándole alas al corazón, ése que sí tiene autonomía propia, y casi siempre las encuentro. Tengo alma de cactus, pero un corazón alado siempre es un compañero ideal que me lleva y me deja aterrizar allí donde la vida no está dispuesta a llevarme.



Volad con el corazón. Probadlo al menos.
Y después me contáis :-)

Hasta pronto, besitos.