Ya sólo nos queda el frío

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Esta oronda y barbuda ola de frío que nos sacude últimamente me ha recordado el título de cierto poema ya viejo que duerme su sueño entre mis papeles. Una de sus muchas versiones formó parte de mi segundo libro "Quedan los pájaros", y mientras más lo miro menos me gusta, jaja :-D, así que voy a dejar de mirarlo. Pero ahí queda como constancia de un tiempo en que yo pensaba que escribir poesía era equivalente a escupir recuerdos sin importar dónde y, sobre todo, "cómo" cayeran. El poema tiene menos ritmo que una lagartija bailando claqué, pero, eso sí, está impregnado de una emoción sublime, esa emoción que siempre me embarga cuando rememoro mi ya lejana adolescencia. Una época en que fui feliz sin saber que lo era.

No me enrollo más, aquí os lo dejo, perdonad, por favor, sus muchos errores y el tono tristón, que ahora no viene mucho a cuento.

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Ya sólo nos queda el frío.

Nada de lo otro, lo perfecto,

aquel tesón por aprender los signos

que giraban por detrás de los ojos al mirarnos.

Nada de ese temblor que nos espigaba las manos

al doblegarnos a dúo los poros y la espalda,

a golpe de gemido o chasquido o caricia,

universo de saliva ungiendo

la resurrección roja de cada beso.

Ya sólo nos queda el recuerdo,

y un sendero pertinaz,

hermético, por donde huyeron

todas las lunas que derrochamos

en todas aquellas noches de amor

proscrito

-el sudor erguido a cada sorbo-.

Veranos de calles transidas por la cal,

las colonias de moda y Serrat y Paul Simon,

y los labios acuosos de carmín fucsia desteñido

bajo una camisa azul empapada de deseos.

El corazón tendido sobre el eclipse vacilante

de mi vientre.

Ya sólo nos queda el verso.

Ya sólo nos queda el silencio grave

de ese alud de papeles heridos de muerte

por tanto régimen de cajón y de días,

la caligrafía adolescente cerrada en falso

por tanta vida, a tumbos, de por medio.

Y algunas fotos con su colección de fantasmas

aún vivos,

donde no reconocemos ya la paz que recordamos.

Ya sólo nos queda el viento.

Sí, ya sólo nos queda el frío.

El frío y un puente de piedras retrospectivas.

El frío y un millar de ocasos amarillos

que me ayuden a olvidar

cuán difícil es respirar sin que se note,

qué fácil es morir viviendo.

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Por cierto, si esta noche queréis oírme balbucear como un chiquillo declarándose a su primera novia :-) , podéis hacerlo sintonizando Radio Sant Vicenç, aquellos que viváis por Cataluña, o entrando en la web de la emisora, los que viváis en cualquier otro lugar del mundo. El poeta Ramón Pierrá me ha invitado amablemente a su programa "Versos en la nit", y yo, amablemente también, me estoy muriendo de miedo, jaja. No me acostumbro a estas cosas por muchos años que pasen.

El programa comienza a las 20:00. Y ,si a Dios no se le ocurre una carambola de última hora, estaré allí. Os garantizo que, al menos, os reiréis. Yo en público, (y en privado, qué porras) me encasquillo más q una pistola de caña :-) Los nervios que no perdonan.

Saluditos a todos y hasta pronto.





Me dicen que otra vez hay problemas para que entren los comentarios :-( Lo siento mucho, confío en que se solucione pronto por sí solo, porque ya tengo comprobado por lo ocurrido en otras ocasiones, que nada se puede hacer al respecto. Lo siento de verdad.

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