De vuelta

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Ya toy de vuelta :-) Me he dado un paseíto por vuestros blogs y veo que regresáis de las vacatas con la pilas y la pluma cargada y con ganas de derramar emociones a golpe de tecla. Yo traigo una cargada y otra vacía. Las pilas, digo, porque los bolsillos los traigo vacíos todos :-S . Vengo a medio reponer porque he pasado más calor que un pingüino en Cancún, y es que la segunda olita de calor de este veranito ha coincidido justamente con mis días de vacaciones, (qué puntería se me gasta el azar a veces, oyes, y eso que siempre presumo de ser afortunada en cuasi todo. Pos no. Este año el clima me ha dado una torta que me ha dejado dando vueltas en círculo pa ocho días). De todas formas, las tardes y noches fueron benignas, el mar me ofreció sus gracias y yo le besé sus pies de espuma, mientras dejaba que su serena majestad me inundara del flequillo hasta las ruedas :-) Mu a gujtito. La paz tiene a veces la forma y la textura de lo primero que se pilla.

Chipiona es uno de esos destinos turísticos que no lo son, es decir, aquí viene mucha gente a veranear, pero casi todos son currantes que han tenido que ahorrar todo el año con mucha “fatiguita”, como decimos en el Sur :-), para poder pagarse unos días hacinados en un pisito carcomido y compartido con diez personas más. Quiero decir que aquí no se ven yates exponiendo su lujuria a pie de costa ni descapotables abriéndose paso entre la envidia ajena ni señores mayores con la barriga bronceada y adornada con cuatro pelos blancos escapados a la depilación láser, señores que ensayan un falso gesto de modestia mientras descansan sobre la tumbona con un Rolex de oro brillando en la muñeca. Nop. Chipiona es bella porque es humilde. Nada, en mi opinión, embellece tanto, a una ciudad, a una persona, a un gesto. Yo, como casi todos, de eso tengo bastante que aprender, así que decidí relajarme y dejar que su luz me hiciera de cicerone por los vericuetos de la verdad. No llegué muy lejos, pero aprendí un par de axiomas y alcancé un par de sabias conclusiones que me vinieron al pelo.

Y como Chipiona se sabe pobre y humilde, sus gentes también lo son, así como quienes la eligen como destino de veraneo. Gente sencilla, sin pretensiones, amables los mayores, educados los jóvenes, amigables todos, no me he encontrado con una sola persona que no fuera cordial. Nadie mira por encima del hombro a nadie porque todos se saben en el mismo barco. Esto, unido a la ausencia de barreras arquitectónicas y a la bella silueta del santuario de la Virgen de Regla, construido casi en volandas sobre las olas para que los pescadores puedan abrazarlo con los ojos desde alta mar, todo esto, digo, la hacen, para mí, ideal…. Bueno, esto, y las tropecientas tiendas que alicatan las calles, algo que para una mujer es como agarrar el Cielo por las mollejas ;-) jiji.

La vida es bella, señores. Esa es una de las conclusiones que Chipiona con su luz humilde y su belleza amplia, con su estola constante de gaviotas, me ha enseñado. Sí, no dudéis de que la vida, con todos sus escozores, siempre es bella.

Por aquí ando-ruedo. Hasta pronto :-)

La foto primera es mía, a vuestra dispo. La de abajo la he tomado prestada.

Foto de http://www.flickr.com/photos/emiliodelprado/2723020849/