Obituario de horas

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Espero que no os parezca demasiado lúgubre, este poema forma parte de mi último libro al que dio título. Quienes me conocen saben de mi tacañería cuando se trata de gastar tiempo en asuntos demasiado banales o que no me interesan. Cada cual tiene sus manías :-) Siempre he sido así, pero, a medida que me hago mayor, me va sacudiendo una especie de urgencia por invertir las horas en ocupaciones provechosas (que para mí son muchísimas, porque, menos los cotilleos de escalera, me interesa casi todo :-)), al fin y al cabo, el tiempo es la materia de la que está hecha la vida, y yo me siento como el beduíno del desierto que sabe que sólo le queda un balde de agua y que debe administrarlo bien. De ahí que me fastidie tanto perder o que me hagan perder una tarde, una mañana, un día... en asuntos que no me importan. Ahora que llega fin de año, que es época de balances y reflexiones, me pareció adecuado publicar este poema y hacer notar esta idea de que debemos aprovechar aquello que es nuestra primera y más íntima posesión: nuestro tiempo.Perder tiempo, es como peder vida.

Por cierto, vosotros, no sólo llenáis mi tiempo, sino que también lo adornais y valorizais. Ojalá el día tuviera más horas para poder dedicar más tiempo al blog y a visitaros.

Besos a todos.
La foto la hice yo misma, podéis usarla sin ningún problema.

¿Lo oyes?

Cuando pierdo tiempo

la Muerte se ríe de mi descuido.

Por cada minuto ignorado

que entrego, vacío de Todo, a la tierra,

la Nada suma un punto

a su recuento,

a su obituario de horas desvividas.

¿No lo oyes?

jic, jac, jic, jac...

y se ríe.

Sabe que se me va muriendo la vida

a fuerza de tiempo matado,

y se ríe,

mordaz,

insolente,

malévola.

Se ríe, segura de su victoria.

Se ríe, desde su garganta tragatuétanos,

se ríe, con su redonda mueca

de reloj desdentado.

¿Lo oyes?

Tic,

tac,

tic,

tac…