No busqué interponerme en ningún asunto del cielo
ni las estrellas me llamaron a cooperar
en su constelada indolencia.
Me llamé yo mismo a gritos
desde la puerta falsa de ese otro yo más tenaz
menos oscuro,
ése que se presentía sagrado,
tan terco en su sed de distancias,
en su ansia por devastar fronteras astrales.
Sólo a la insolencia de mi sombra
puedo atribuir el asesinato de mi vuelo.
Pero ya sabemos que el sol no es sólo enemigo de las miradas
indefensas
de los pétalos inútiles de ciertas flores desangradas.
No, el sol es enemigo también
y sobre todo,
del orgullo original que requería atención sobre frutos vedados,
del afán primigenio del hombre
por armar sueños como alas.
2 comentarios:
mientras que el cielo dispone como espejo al océano, los mares, los lagos y riachuelos. Cuando lo acaricia el viento y lo arulla el cantar de las aves, el hombre lo va quemando con sueños inesperados!
Gracias, Caco. Perdona, no había visto este comentario. Un abrazo!
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