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A mi sobrina Gloria
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“Es tu risa la espada más victoriosa...”
Miguel Hernández
Cuando ella me sonríe
me sobran todas las argucias que inventé para sobrevivirme.
Me sobran los desiertos fabricados, las palmeras con su sol de trópico
y sus oasis,
las grandes ciudades con sus teatros, sus cavernas y bulevares,
la músicas chirriosas de los bares para adolescentes,
me sobran los sueños que reconozco abatidos,
me sobran los pájaros y la alas inaprensibles.
Cuando ella me sonríe
no me frustra ese lápiz que cae al suelo tan lejano,
las llagas del dios desposeído que se trastornó entre mis dedos,
no me duele el césped saqueado por las ruedas,
las rodillas dobladas en un ángulo insufrible,
no me salpican con su inmundicia los dolores de otras lunas
y que, a veces, regresados, me emborronan la mirada y los folios.
Porque cuando ella me sonríe
el pavor, desarmado, rinde todos sus ejércitos a la belleza,
la nada y cuatro meses irrumpe en pañales y reta a lo oscuro
y ningún luto puede ya permanecer incólume,
que no hay pasado insalvable que su sonrisa
no pueda desleír en plumas,
que no hay presente gris capaz de enfrentarse
a la risa perfecta de la inocencia
ni luz que no envidie
la ferocidad de su alegría.
De "Quedan los pájaros"
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