Coraline

Esto es lo malo de tener un blog. Se tiene la tentación de colgar cada cosilla que se haga por insignificante que sea para que la vean los amigos. Anoche hice este dibujo alla prima, aunque éste sea un término propio de la pintura, quiero decir que lo hice un poco al tun tun, sin correcciones, mientras veía Buenafuente :-) Es mi pequeño homenaje al inconmensurable genio del cómic P. Craig Russel y a su versión personal de la novela de Neil Gaiman, "Coraline". Si os gusta el cómic os aconsejo que la leáis, siempre teniendo en cuenta que es una obra dirigida a un público joven y que, por tanto, el terror que nos muestra es algo "light" (aún así, confieso que a mí me dio muchísimo miedo), sin ensañamientos, sangre ni sadismos, quizás por eso precisamente, la hace más encantadora. Reconozco mi debilidad por los libros para adolescentes.
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A mí me ha fascinado por dos razones: la primera por su indiscutible calidad tanto desde el punto de vista gráfico como literario. Cuando dos buenos autores unen sus fuerzas y talentos, muy torcidas se tienen que dar las cosas para que salga un bodrio. Y segundo porque esta obra me ha enfrentado con algunos terrores de mi niñez que tenía más que olvidados. Gaiman y Russel los han rescatado, quitado el polvo, abrillantado y me los han colocado delante de los morros muy campantes y formalitos. ¿Que por qué esto me parece tan fantástico? Porque me ha permitido reirme de mí misma y eso es algo que considero muy sano. Cuando era niña tenía tres pesadillas recurrentes. Una, que un día llegaba a mi piso, llamaba a la puerta y salía a recibirme una mujer que no era mi madre y me decía que yo no vivía allí, que seguramente me había equivocado. Pero no era así, era la segunda planta del bloque 6, puerta B. No me había equivocado para nada, yo sabía dónde vivía, ¿o acaso se creía esa mujer que yo era tonta?, la mujer me invitaba a pasar y yo recorría aquel piso extraño que no se parecía por dentro nada al mío y miraba a aquella mujer también extraña y amable que tampoco era mi madre, y me preguntaba dónde rábanos estaban mi casa y mis padres y qué demonios iba a hacer ahora. El sueño siempre era inconcluso, no me daba respuestas, sólo planteaba terroríficas incógnitas y me dejaba con una sensación de indefensión que nunca he sentido en la vida real.

La otra pesadilla consistía en que en mi piso mi madre estaba en dos lugares a la vez, su ubicuidad me resultaba aterradora, yo la dejaba en la sala, iba a la cocina y allí estaba ella también, mirándome como miraría una araña si las arañas miraran con intención, desde la oscuridad de la noche... Y la última pesadilla, que se me repetía como el ajo... Por los suelos de mi casa una mano blanca, sin cuerpo, pero con vida, paseándose a su antojo, con el aspecto "de un cangrejo que olfatea el aire" como diría Coraline, y dándome unos sustos que me ponían de punta hasta los pelos de la nariz. Bien, pues todo esto, ya olvidado y perdido, lo he reencontrado en el libro de Russel y Gaiman. La memoria haciendo de las suyas, espabilando hechos que parecían desmayados en ceniza y asustándome un poco para dibujarme después la sonrisa de la conformidad.

Sí, chicos, no he podido menos que sonreír al darme cuenta de que mis miedos de niña no eran más que los miedos de la comunidad, que yo no era tan especial como me sentía, que todos los niños del mundo temen la desubicación, la orfandad, la indefensión, el abandono, y que una mano intrusa arrancada por no se sabe qué malas artes de su brazo, les toquetee sus cosas y su ánimo... Todos somos iguales, por muy espectaculares y genuinos que nos sintamos. Esta es la magia de los libros, nos despierta, nos empuja, nos enfrenta al pasado y nos enfrenta a nosotros para hacernos conscientes de algo que siempre hemos sabido... Y luego se queda tan ancha y a nosotros nos deja en la gloria. Por favor, no dejéis de leerlo si podéis. Un beso a todos.

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